Brasilia, Brasil
(29 Agosto 2016).- La presidenta suspendida de este país, Dilma Rousseff, comenzó a presentar
sus alegatos finales en el juicio político que enfrenta en el Senado y afirmó
que siente "el gusto amargo y áspero de la injusticia".
Ante los 81 senadores, constituidos en jueces y dirigidos
por el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, como garante
constitucional del proceso, Rousseff insistió en su inocencia y avisó que
"no esperen" de ella "el obsequioso silencio frente a los
cobardes que pretenden atentar con el Estado de Derecho".
"Estamos a un paso de la consumación de una grave
ruptura institucional, de concretar un verdadero golpe de Estado",
denunció.
"Vengo a mirar directamente a los ojos de sus
excelencias y a decir con la serenidad de quien nada tiene de qué responder que
no cometí crímenes de responsabilidad", dijo.
"Soy acusada injusta y arbitrariamente",
insistió Rousseff, que reiteró que las acusaciones de maniobras fiscales en las
que se basa el juicio político en su contra son "pretextos para derribar a
un Gobierno legítimo" y "viabilizar un golpe" amparándose en la
Constitución.
Recordó que su compromiso político se remonta a los
años de lucha contra la dictadura militar, cuando fue torturada y encarcelada,
un periodo en el que "tenía miedo de la muerte y de las secuelas de la
tortura". "Pero no cedí, resistí", agregó.
Ahora, "a los casi 70 años, después de ser madre
y abuela, nunca renunciaría a los principios que siempre me guiaron: Tengo un
compromiso con mi país, con la democracia y el Estado de Derecho".
"He sido intransigente en la defensa de la
honestidad y la gestión pública", subrayó.
"No lucho por mi mandato, por vanidad o apego al
poder", añadió. "Lucho por la democracia, por la verdad y la
justicia, por el pueblo de mi país", afirmó la presidenta suspendida de
Brasil, que se mostró serena y utilizó un tono firme en su discurso ante el
pleno del Senado.
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